jueves, 10 de noviembre de 2016

Reconquistar el civismo tras unas elecciones broncas

ACEPRENSA

AUTOR: JUAN MESEGUER

La polarización del voto no es un fenómeno nuevo en Estados Unidos, pero hay indicios de que el enfrentamiento entre republicanos y demócratas va a peor. ¿Cómo recomponer la paz social tras las elecciones del 8 de noviembre? Varios autores coinciden en que ya no vale el lamento por la deriva del propio partido ni la pataleta frente al rival. Es la hora de que el ciudadano medio aporte su granito de arena.
La última encuesta del Washington Post y ABC News, publicada el pasado domingo, muestra el peso que tiene en estas elecciones el voto en contra: el 51% de los votantes de Trump y el 42% de los de Clinton dicen que se decantan por su candidato no porque les encante, sino principalmente porque quieren frenar al otro. El auge de este fenómeno, conocido como “militancia negativa”, es uno de los signos más claros del vaciamiento del centro político en un país.
La hostilidad entre demócratas y republicanos ha ido creciendo de forma constante desde finales de los años noventa, explican Jonathan Haidt y Ravi Iyer, expertos en psicología social. Pero, por primera vez, este año son mayoría en cada partido los votantes que tienen una opinión “muy desfavorable” de sus rivales. Otro dato que marca tendencia: más del 40% de los simpatizantes de cada partido creen que los programas del otro “están tan equivocados que suponen una amenaza para el bienestar de la nación”, un aumento notable respecto a las elecciones legislativas de 2014.
El 51% de los votantes de Trump y el 42% de los de Clinton dicen que se decantan por su candidato no porque les encante, sino porque quieren frenar al rival

Acercarse a los temores del rival

¿Cómo desbloquear este estado de acusaciones mutuas? ¿De verdad es inevitable que una mitad del país vea a la otra como unos desnortados a los que es imposible que les asista la razón, cuando no unos indecentes? Haidt e Iyer se resisten a creerlo: frente al fatalismo, proponen que cada cual tome las riendas de su propia crispación y la desactive con acciones concretas.
En primer lugar, aconsejan, cuestiona tus lealtades políticas. No pases de puntillas por los presuntos escándalos del candidato de tu partido, no les restes importancia de forma automática, mientras das credibilidad absoluta a los del rival.
En segundo término, sal de tu burbuja de afinidades. Conoce personalmente y relaciónate cara a cara con los simpatizantes del otro partido, con más urgencia ahora que la cercanía física pierde terreno frente a la vida online.
Este trato directo abre las puertas al entendimiento: “Distingue entre tus sentimientos hacia Trump o Clinton y tus sentimientos hacia sus seguidores. (…) No des por hecho que a la mayor parte de quienes apoyan al candidato rival le gustan o incluso está de acuerdo con cada posición de ese candidato. Quizá le votan movidos por miedos y frustraciones que desconoces. Pero si conoces su historia, es probable que empatices con ellos”.

Seducidos por el pasado

Pocas cosas contribuyen tanto a la crispación política como la sensación de haber sido agredido. Si ya es difícil aceptar que un proceso de cambio cultural se lleve por delante las ideas y los valores que uno defiende y que antes eran dominantes, el golpe todavía se encaja peor cuando se tiene el convencimiento de que el cambiazo responde a la acción del adversario político.
La promesa de Donald Trump de “hacer América grande otra vez” apela a esa sensación de pérdida. Pero la nostalgia por los tiempos pasados no la inventó el empresario neoyorquino, y afecta tanto a republicanos como a demócratas, sostiene Yuval Levin en un artículo que resume las principales tesis de su nuevo libro The Fractured Republic: Renewing America’s Social Contract in the Age of Individualism.
Para unos y otros, el tiempo presente supone un retroceso con respecto a una supuesta edad de oro. Cada cual tiene la suya: “Para los demócratas, el momento de esplendor se dio en los años 60, cuando la liberalización cultural fue de la mano de una economía fuertemente regulada. Para los republicanos, se dio en los años 80, cuando la liberalización económica estuvo acompañada de un resurgir del orgullo nacional y de un renovado empuje de los valores familiares”.
Para recuperar el civismo, Yuval Levin aboga por dar protagonismo a las instituciones situadas entre los ciudadanos y el Estado
Levin, director de la revista National Affairs, concede que ambas partes tienen motivos para la nostalgia. Es cierto que en las últimas décadas se ha roto el consenso que hasta ahora había dado forma a la sociedad estadounidense. Y que, en su lugar, ha crecido “la polarización de visiones políticas, de oportunidades económicas, de ingresos, de modelos familiares y de estilos de vida”. Pero advierte que “la política de la lamentación iracunda” impide mirar hacia adelante y progresar.
A diferencia de los nostálgicos, Levin propone jugar con las cartas que ofrece el momento presente: si lo que ha crecido es la fragmentación, respondamos a ella con más descentralización. En vez de confiar en que Washington resuelva todos los problemas, empecemos por dar protagonismo a las instituciones situadas entre los ciudadanos y el Estado: desde las familias a las Iglesias, pasando por las organizaciones cívicas, los sindicatos y las empresas.

Del respeto a la colaboración

El enfoque “de arriba abajo” que propone Levin –reedición del clásico principio de subsidiariedad– puede servir para devolver al debate público el civismo perdido durante los casi dos años que ha durado la carrera presidencial, primarias incluidas. Así lo pone de manifiesto el trabajo de varias organizaciones del que se hace eco Mark Gerzon, autor del libro The Reunited States of America: How We Can Bridge the Partisan Divide.
El objetivo de la Association of Leadership Programs (ALP) es poner en contacto a “líderes serviciales”, de cualquier profesión y tendencia política, que quieran trabajar juntos para resolver problemas en sus comunidades. El propio Gerzon impartió una conferencia organizada por la filial de ALP en Hartford, capital de Connecticut. Entre los 250 asistentes había simpatizantes de Hillary Clinton y de Bernie Sanders, pero también de Donald Trump, de Ted Cruz y de Marco Rubio. La experiencia de estos encuentros, explica Gerzon, es que cuando hay respeto de por medio, es fácil que surja el diálogo y la colaboración con el discrepante.
Bridge Alliance es una red de organizaciones cuya misión principal es prestar ayuda a cualquier iniciativa destinada a elevar los niveles de cortesía y respeto de la política estadounidense. Actualmente, aglutina a 40 organizaciones cívicas repartidas por todo el país. Unas trabajan en contacto directo con la política, a través de iniciativas en el Congreso y en las asambleas legislativas de los estados. Otras, en cambio, tratan de llegar al ciudadano medio con actividades en barrios, empresas, universidades…
El objetivo es el mismo en todos los casos: fomentar la “inteligencia ciudadana compartida” y aumentar la capacidad de la gente para colaborar con todo aquel que esté interesado en resolver problemas comunes, a pesar de sus diferencias ideológicas.


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