Las acampadas y manifestaciones de la semana pasada indican, más allá de quién las haya convocado o de las propuestas utópicas que se hiciesen, el descontento mayoritario de la población y el deseo de un cambio de rumbo claro en nuestro país.
Pero el cambio necesario no debe llegar mediante situaciones de desafío a la Ley en la calle, sino mediante unas elecciones generales.
Con motivo de las protestas y algaradas callejeras de estos días, la deuda española se ha encarecido en el mercado. ¿Qué quiere decir esto? Que Alemania, China y otros países que compran nuestros bonos no se fían, temen que la inestabilidad social vaya a más y se resisten a seguir prestándonos dinero; dinero que necesitamos para que las empresas puedan invertir y producir más. Si España no obtiene liquidez y no puede hacer frente a sus obligaciones de pago, será intervenida. El riesgo está ahí.
España no puede esperar más. Los ciudadanos lo hemos dicho con claridad este domingo 22 de mayo: queremos un cambio de gobierno, queremos que Zapatero y el PSOE se marchen y nos dejen salir del pozo en el que nos han metido.
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